Las tesis de Engels (1848) relativas a la división económica del trabajo, es decir, a la especialización del trabajo en las sociedades agrarias tradicionales, y la división social del trabajo, es decir, la separación entre productores y no productores, sienta las bases de la discusión que vamos a abordar. La división social del trabajo, en sus orígenes, es el precipitante de la aparición de la familia frente al clan, la propiedad privada frente a la tierra comunal y el Estado frente a la asamblea tribal. Dicha división nos permite entender que, más allá del poder sobre el que se sustenta, hace posible la existencia material de sujetos dependientes en sociedades con bases materiales de subsistencia precarias y posibilita la sustentación de la misma legitimidad del poder.
Aquel sujeto que en relación a su estado permanente o circunstancial no está en condiciones de producir, podrá ser amparado, sea por la comunidad a la que pertenece, sea por la familia a la que se vincula, sea por el poder “legítimo” al que está sometido. Si se considera pobre a aquel que no alcanza o no tiene a su alcance los medios para garantizar la reproducción de la vida material, la precariedad y la inseguridad (la pobreza) puede ser vista y valorada en sus orígenes desde puntos de vista significativamente distintos: los que por naturaleza inintencional e involuntaria se encuentran en situación de necesidad y los que por la naturaleza intencional o voluntaria se encuentran en esta situación de necesidad. Evidentemente, la distinción efectuada es basta y poco analítica, pero nos permite iniciar la discusión desde un punto clásico del debate sobre la atención social del siglo XIX: la distinción entre los pobres dignos o merecedores y los pobres indignos o no merecedores (Moix, 1991).
La aplicación estadounidense de la Ley de Pobres inglesa refina la tendencia a ajustarse a las necesidades de acumulación capitalista. Las crÍticas liberales a la Ley de Pobres, en sus diversas variantes y a través de diversos autores (Rodríguez Caballero, 2003) es contundente: toda la acumulación de capital procede de los beneficios y si éstos se reducen por medio de impuestos, la acumulación de capital disminuye y el crecimiento económico se ve dificultado. Por tanto, el sistema da ayudas a los pobres, al absorber recursos, supone un obstáculo para el crecimiento de la economía. En última instancia, reafirma la idea por la cual se da una tendencia a la vagancia y, en consecuencia, la aplicación de ayudas a los pobres puede degenerar en la vagancia y en la ausencia de estímulo al trabajo.